La mejor oferta
Por Oscar Alejandro Cabrera
Más allá de las virtudes técnicas o narrativas, el trabajo del italiano Giuseppe Tornatore sobresale por su visión íntima. En los mejores casos, como en La desconocida, Malena y Están todos bien, han sido plasmadas significativas experiencias con ingenio, solvencia y honestidad mediante personajes imperfectos pero afables. Nos identificamos, o aún mejor, sentimos empatía en cada entrañable encuadre.
Algunas piezas suyas poseen tintes autobiográficos, tomando de ejemplo su opera prima Cinema Paradiso, que aborda momentos de su infancia en Sicilia durante la posguerra, y del devenir que acarrea aquellos años, realiza a su vez un sentido homenaje al cine cuando transmite con nostalgia sus días frente a la pantalla y la madurez detrás de un proyector, pero esa es una aventura que les invito a contemplar luego. Ahora, nos llega de su idónea mano un largometraje menos personal, aunque efectivo al ofrecer entretenimiento de incuestionable inteligencia emocional, e indaga de cierta manera en las decisiones y sus consecuencias dentro del marco de un género, el thriller.
Este drama involucra a Virgil, un ladino y solitario agente de subastas muy apasionado del arte que prefiere mantener distancia, preservar su interior y crear una máscara frente a los demás. Se verá envuelto en una serie circunstancias únicas ligadas a Claire, una joven mujer con un grave caso de agorafobia que inicialmente lo contrata para tazar sus muebles, obras u otras antigüedades para vender, sin embargo ambos encontraran afinidad por sus respectivas condiciones y esto cambiará los planes en medio del inmenso entramado de suspenso que Tornatore construye.
Vemos seres peculiares cuyos actos son concretos en escenas genuinas, y su comportamiento es comprensible si nos despojamos de cualquier atisbo de moralidad. La mencionada interacción entre Virgil y Claire resulta parcialmente verosímil al explorar de forma excelsa sus características, motivaciones y sensaciones. Ahí se vislumbran calculados entresijos que empañan el criterio, dejando al espectador en una deriva estimulante.
Establece un pulso narrativo cuidado y pausado, constante al generar instantes de mayor tensión que consiguen estremecer. El relato introduce con tiempo a los protagonistas de firme identidad, un proceder casi olvidado entre tanta pirotecnia fílmica actual y efímera. Ellos no son vehículos carentes de progresión interna que solo deben orientar mientras se desplazan por el rompecabezas propuesto, como suele pasar en los demás productos genéricos de similar empaque.
En la fachada del género, podemos ver un seguimiento prolijo de las barreras internas y confrontaciones en los abstractos rincones del ser. Sugiere estructuras éticas en un acertado estudio de personajes con sus ambiguas dimensiones, aunque en lugar de exponer cargantes retratos psicológicos, los plantea gratos, sencillos y todavía vastos. Por supuesto, junto a la sobria puesta en escena, montaje funcional y al lenguaje convencional, desarrollan -sin distraer de lo esencial- un ecuánime sustento del contexto que jamás abruma.
Una historia correcta de envidiable ejecución y algo renovadora aprovechando los efectismos sutiles e imperceptibles tras el primer visionado claro está. Sumérjanse apreciados cinéfilos, si desean un real desafío con el “toque” cautivador de su autor.
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